martes, 19 de marzo de 2013

Me llamo Ailanto y soy un árbol de los Dioses III -Benicassim-

Comencé con muchas ganas el desbastado de la pieza - siempre que preparo una nueva obra siento una sutil ansiedad que recorre mi cuerpo, esa adrenalina me pone las pilas - No conocía las propiedades de el Ailanto, y pronto comencé a descubrirlas ; la corteza  poco rugosa y fina de un tono aceituna claro, su madera clara, de veta y color muy parecidos  a los del fresno, con ese aire característico de trigo dorado, al corte se mostraba también dura pero más astillosa, me resulto algo extraño ya que era un árbol de rápido crecimiento y la mayoría de las veces estos árboles tienen una madera algo blanda; con respecto al olor este no me causó ninguna impresión, es más, yo diría -con permiso de la nariz de Grenouille - que carecía de un olor propio. En conjunto podría decirse que cubría con creces mis expectativas.
Como ya anticipara Paulete, el trabajo iba a resultar laborioso, en este sentido mi objetivo antes de trasladar la pieza a Benicassim era simplemente darle la forma fundamental y trazar el entramado de escaleras, el resto lo realizaría allí
Una de las peculiaridades de la convocatoria, consistía en realizar parte del trabajo de cara al público, aspecto este que deberíamos tener en cuenta en la medida de nuestras posibilidades, pues Paulete estaba interesado en mostrar el proceso de  materialización de una escultura a los habitantes y transeúntes de la localidad, era una manera de que vivieran más de cerca el arte de forma más global, no solamente mediante la contemplación del objeto,sino posibilitando la comunicación entre el autor y los viandantes,  no en vano las piezas se iban a quedar una larga temporada allí expuestas y la aceptación por parte de las personas con las que compartiría el espacio era importante. Ya me veía yo rodeado de jubilados diciéndome que es lo que tenia que hacer y por donde debería de seguir, como utilizar la herramienta...






Sentir como una motosierra se hunde en tu cuerpo, no es algo fácil de describir. El primer sentimiento que me sobrevino fue el de pánico,  pavor; sobre un ruido sobrecogedor noté como parte de mi cuerpo se convertia en polvo y astillas. Tras la primera sensación de susto, recobré la calma al comprobar que realmente no sentía nada, quiero decir  dolor, quizás no era consciente todavía de que ya no era un ser vivo, me habían desarraigado y amputado la copa, por tanto había ciertas sensaciones que por fuerza no debería experimentar, como el hambre, la sed, o el dolor. Uno tras otro, se iban sucediendo cortes en mi cuerpo, unos livianos, otros más profundos que de alguna manera me permitían intuir unas determinadas formas que definitivamente iban a modificar mi figura.

El primer viaje  serio, se me antojó pesado, largo, cansado, Para empezar solo ver aparecer a Ángel me hacia temblar, imaginarme de nuevo entre cadenas provocaba en mi cierta sensación de angustia, aunque con el tiempo me iría acostumbrando al trajín de los traslados. En la posición de tumbado apenas podía ver nada, tan solo una linea infinita de azul celeste salpicada de cuando en cuando por alguna nube solitaria que navegaba a sus anchas sin saber qué destino; también alcanzada a ver en algunos momentos las puntas de las verdes copas de algunos congéneres que flanqueaban la carretera. En un momento dado, presentí en el ambiente que algo estaba cambiando, el aire se me antojaba más húmedo, con notas de sal, yodo  y algo en su perfume  muy diferente al lugar donde yo había crecido. Ángel comenzó mi descarga, más concretamente mi traspaso, pues había una especie de carretilla con cuernos que me estaba esperando para llevarme a otro lugar.
- Este vive mejor que un cura -comentó Ángel a la persona que me iba a transportar- ten mucho cuidado con él, que luego me vienen a mi con las monsergas; pa que luego digan los ecologistas que tratamos mal a los árboles; ya ves tu, ahora aquí en la playa, al solecito....
- Ya lo ves - respondió el conductor de la carretilla elevadora- otros ya estarían hechos leña. Fíjate  a este le traéis de Madrid, como si aquí no hubiera árboles.
Aquella respuesta se me clavo en el cerebro, giré mi cabeza y miré fijamente al tiocalvogordodescerebraillo. no sé que me molestó más, si lo del árbol de aquí o el bajo concepto que tenia de los árboles al considerarlos como leña. Ángel sabedor de ambas respuestas me miró, sonrió y comenzó a recoger los bártulos.
- Bueno macho, yo aquí ya he terminado y me quedan muchas horas de camino, así es que si no quieres algo más me marcho.
Por su parte el hombretón del toro se encamino hacia villa Elisa con el tronco entre los cuernos.

Ese lugar me pareció privilegiado,me depositaron en el jardín de una majestuosa casa y frente a una infinita masa de color azul plateado. Esta, ronroneaba jugando a entrar y salir confundiéndose con la arena; luego me enteraría que esa gran mancha era el mar - cosa curiosa- e iba a ser el lugar en el que finalizaría mi transformación.






Benicassim tiene un paseo marítimo muy bonito, un paseo que en uno de sus tramos se encuentra flanqueado por unas preciosas villas de principio del siglo xx. que representaban la imagen esplendorosa de una determinada clase social, la de la alta burguesía; se podían considerar una muestra de poderío y de distinción social. Al parecer todo comenzó con la edificación de una villa- creo que villa Pila - por parte del ingeniero que estaba al mando de la construcción de la linea del ferrocarril , el envidiable enclave y la notable competencia por pertenecer a una élite social hicieron el resto y así fueron levantándose una veintena de pequeñas villas señoriales frente al mar, marcadas por los gustos y posibilidades de sus propietarios. En una de ellas, más concretamente villa Elisa ,creo recordar, me propuso Paulete que montara mi taller al aire libre. Era una majestuosa construcción de un rico burgués que fuera alcalde de Tortosa en aquellos tiempos, posteriormente ante la imposibilidad de ser mantenida por los descendientes, el edificio pasó a manos del Ayuntamiento. En aquel momento parte del mismo se encontraba utilizado por una escuela taller -bonito entorno para desarrollar una labor educativa-. Mi lugar de trabajo iba a encontrase en el jardín, junto a la verja que daba al paseo . El jardín  era una pequeña maravilla, no en vano la escuela  que allí desarrollaba su tarea lo utilizaba para que sus alumnos realizaran las prácticas; lo que más destacaba con diferencia era un gran ficus que ocupaba la mayor parte del espacio, las raíces sobresalían de la tierra formando un intrincado laberinto cuyo origen se situaba en el inmenso tronco; su fronda, sombreaba casi por completo la parte sur del jardín y desde sus ramas bajeras se descolgaban a modo de cabellos unos apéndices filamentosos buscando con necesidad el suelo .Estas raíces aéreas con el tiempo acabarían formando un nuevo tallo, dando lugar a una inusual imagen de templo arbóreo. Sinceramente, ese árbol me fascinó.







Los encuentros entre artistas, suelen ser muy agradables y motivadores, y el hecho de tener que realizar la pieza en el lugar propiciaba un muy interesante intercambio de opiniones y experiencias. En el grupo todos eramos escultores por lo que los materiales jugaban un papel importante; hierro, acero pulido, plástico , madera....y resultaba muy gratificante poder seguir la evolución de la obra día a día y ver a cada uno trabajando con los distintos materiales. En este sentido, me viene a la cabeza un muchacho - del que no recuerdo el nombre- que Paulete puso a nuestra disposición para que nos echara una mano cuando alguno  la precisáramos; resultaba una persona muy peculiar ya desde su fisonomía: estirado, melena larga , rala,despeinada, siempre con barba de varios días, andares en descomposición y sonrisa abierta eterna, parecía que se riera del mundo mismo y en todo momento, casi todo le resultaba reible; trabajaba de técnico en un teatro de Madrid, en la parte de escenografía  y chapucerias mil - resolución de problemas, vaya - y esto le había proporcionado una amplia experiencia en el tratamiento de muchos materiales, lo mismo soldaba con oxigeno, que preparaba una masa de cualquier cosa, o que tiraba de motosierra , sabia desenvolverse con soltura ante cualquier situación y esto le colocaba como centro de deseo por parte de todos.A tal punto dominaba los materiales, que una noche nos convocó en la playa para darnos una primicia, había conseguido utilizar el Colacao, si el Colacao, como combustible para los juegos que realizan los faquires arrojando fuego por la boca.
- Tachan, tachan, siéntense, pónganse cómodos, que van a presenciar un espectáculo único en el mundo.- nos gritaba jaleándonos con su risa-
Nos esparcimos en semicírculo sobre la arena de la playa rodeándole y con el mar a nuestros pies.Se descalzó introduciéndose unos metros en el mar,-quizás para dotar de una escenografía a la actuación- del bolsillo de su rancio pantalón extrajo un sobrecito de colacao de los que nos daban en el desayuno, que agitaba al aire acompañándose de una estruendosa risa. Rasgó el sobre y se echó un puñado en la boca; ahora no podía hablar -nosotros tampoco- con lo que sus alocados gestos se multiplicaron , movía la cabeza y el cuerpo sin ninguna coordinación como un poseído; echó mano al bolsillo de nuevo y saco un mechero que nos mostró como si de un trofeo se tratase, de repente la tos se apoderó de el y agitándose mas exageradamente si cabe, salio del mar dando saltos como si le hubiese picado un cangrejo y con los pantalones empapados

- bbrmmjjaajjmm , bueno bbrmmjjaajjmm,  la primera vez siempre sale algo mal ¿no?
 El grupo estalló a carcajadas, no tanto por lo que había dicho, sino por el espectáculo en si que  estaba dando, añadiendo a esto, que debido a la tos y a sus aspavientos había expulsado el Colacao de la boca y se lo había restregado por toda la cara dejandosela hecha un  cristo.
De nuevo volvió al mar, se posicionó estrategicamente de perfil frente a nosotros , relleno otra vez su boca con el colacao, y dispuso su otra mano con el mechero encendido debajo mas o menos de su barbilla; trás unos segundos de intriga, escupió el polvo al aire y..... nada, la única consecuencia de este gesto fue que el mechero se apagara. Repitió la operación una y otra vez, y una y otra vez no pasaba absolutamente nada salvo un aluvión de risas; el producto mágico se estaba agotando, tras muchos intentos fallidos y cuando el público ya comenzaba a descorazonarse y a dispersar su atención, una llamarada iluminó nuestro espacio dejándonos boquiabiertos, los ojos se le salían de las órbitas mirándonos incredulamente y como un verdadero poseso, repitió la misma operación una y otra vez echando bocanadas de fuego y de risa hasta que acabó con el sobrecito. A partir de aquella noche todas las mañanas pedía un sobrecito más de colacao a la hora del desayuno, y siempre que veía un momento oportuno exhalaba una bocanada de fuego como lo hiciera un dragón en un cuento.Mas tarde, animado por el éxito  probaría a realizar la misma hazaña con el polvo que salia al lijar mi pieza...
Otro grato recuerdo que guardo es de todos los compañeros con los que compartí aquellas jornadas  pero de forma especial a Pep Fajardo y a Albert Castañé. Ambos tenían un trabajo que especialmente me gustaba, Pep trabajaba con varilla de hierro realizando construcciones muy sugerentes, en ocasiones utilizaba papel a modo de velas, me recodaba en alguna medida a Adolfo, por la sencillez y limpieza de las obras y en algún caso por la temática y la resolución de las piezas. Por su parte Albert, jugaba con las proyecciones de objetos sobre una plancha curvada de acero pulido, generando paisajes distorsionados y cambiantes según el angulo de visión.



Pep Fajardo, Nave instrumento, madera, hierro, hilo y plomo, 43 x 73 x 16 cm, 2008

Pep Fajardo







Pep Fajardo



Albert Castañé



Resultaba tremendamente placentero recorrer por las mañanas el largo paseo marítimo que  separaba el lugar donde dormíamos de villa Elisa. Ocupaba mis mañanas en realizar el trazado de las escaleras , los caminos y puertas incrustados en la madera; era un trabajo rutinario, mecánico, a base de martillos, formones y gubias, a veces me dejaba llevar y permitía que fuera mi cuerpo, no mi cerebro quien llevara la iniciativa de abrir un camino, luego lo completaba teniendo en cuenta los aspectos técnicos. Los trabajos rutinarios, tiene la benevolencia de permitirte avanzar sin una excesiva atención, la mínima para no sufrir algún percance, en forma de accidente o de metedura de pata en el trabajo; a mi particularmente ,que me hace falta poco para subirme a la nube, la rutina me basta para visualizar la pieza acabada o para continuar dándole significados a la misma, en este caso me permitía imaginar una gran ciudad vertical donde morarían todos los seres vivos que habitan los árboles.
Los comentarios de la gente que paseaba resultaban cuando menos curiosos, descubrí la poderosísima imagen que tenemos creada sobre la torre de Babel; la mayor parte de las personas identificaban la pieza con la imaginería que rodea ese mito y en los ratos de trabajo mecánico pensaba sobre el asunto de la confusión de las lenguas, asemejando  esta con la realidad misma y con la "presunta" incapacidad de entenderse no ya entre pájaros de distintas especies, sino entre los distintos seres que pueblan un árbol, cómo  podrían entenderse un escarabajo con una ardilla, o un gusano xilofago con una oropéndola, la diferencia estaba en que los primeros necesitaban la comunicación para poder seguir construyendo la torre y los segundos:
- Hola gusanito, tengo hambre y necesito comer algo - dijo el pájaro-
- No por favor, no me comas, que aún no tengo pagada la hipoteca.
Como la vida misma, el buitre se como al pobre aunque vivan en la misma casa..

La pieza se encontraba bastante adelantada, con seguridad estaría para la fecha prevista; siempre están las piezas para la fecha prevista, pues lo normal es que toquemos y retoquemos hasta que suene la campana. Utilizaba las tardes para iniciar el acabado y para debatir con los transeúntes  cada vez más numerosos por las fechas en que nos encontrábamos - Julio- y otros porque repetían rutinariamente el paseo y hacían una paradita para comprobar el estado del trabajo.
- Que, ¿ya viven más vecinos?
- Al final no le has puesto ascensor.- apostillaba otro -
- Por una puertica de esas no va a caber una ardilla
- No señor, las puertas son solo para los bichitos pequeños - le respondió la persona que se encontraba a su lado-
Los niños eran sin duda los más osados y los más claros, se acercaban estrepitosamente arrojándose a la verja en el momento que oían el rugir de la motosierra o el chillido de las lijadoras
- ¿ Y eso corta?
- ¿Qué estás haciendo?
- ¿Y no le duele?
- Pues es una porquería, en mi casa tengo yo un sitio para mis pájaros
Intentaban pasar las cabezas entre los barrotes de la verja - cosa imposible- y cuando venían en grupo se empujaban unos a otros generando un revoltijo como el de las gallinas cuando les echas el grano; en ese momento, me daba la vuelta con la motosierra en ristre y daba un par de acelerones fuertes, inmediatamente todos miraban hacia mi ,boquiabiertos y con los ojos como platos, entonces se soltaban de la verja y retrocedían unos pasos, pasados unos segundos de incertidumbre rompían a carcajadas , como si estuvieran viendo a un mono enjaulado.

Básicamente el acabado consistía en el lijado y posterior protección de la pieza con aceites insecticidas y fungicidas  ya que se expondría a la intemperie  Pretendí dejar cuatro acabados distintos en cuanto a textura, por un lado la propia corteza del árbol, después las marcas dejadas por las herramientas, - motosierra y radial - y finalmente presentar la madera pulida. Este trabajo si precisaba concentración, la maquinaría es peligrosa, un descuido te puede costar una herida o un dedo, y ademas, un error en el manejo podría echar a perder la pieza. Por todo ello, elegía para estas operaciones el momento en que menos gente paseaba por allí.

Ya me encontraba preparado, había sufrido un cambio de fisonomía impresionante, y ciertamente no me disgustaba mi nuevo aspecto, incluso a última hora me embadurnaron con una sustancia que aunque al principio resultaba algo pegajosa luego comprobé que era muy eficaz para que los bichos no me comieran.  Resultaba extraño todo lo que había sucedido en poco tiempo, la llegada a este bonito lugar, el corrillo de gente que a diario se acercaba a verme, el sonido incesante del mar, que aunque no podía verle por mi posición yacente lo percibía muy cercano y por encima de todo me embargaba el sentimiento de estar viviendo otra realidad, o un sueño como dicen ellos.

A última hora de la tarde, se acercaron un grupo de personas armadas con cuerdas, esto podía significar movimiento; comenzaron a rodearme sin perderme de vista, escrutándome con avidez, pronto comenzaron a envolverme con las cuerdas - ya estábamos  allí había mucha gente, ocho eran los encargados de coger cada uno de los extremos de las cuerdas, otros nos abrían el paso y las verjas de salida al paseo, parecíamos un cortejo fúnebre si no fuera por la juerga que se traían los porteadores. Pronto me vi levitando sin el menor esfuerzo, era estupendo. No podía distinguir el mar pues era de noche, pero si intuía la larga linea blanca que producen las olas al batir en la arena; murmullos, muchos murmullos y risas me acompañaron hasta el cruce del paseo con un pequeño callejón de los que daban acceso a las playas. Estuvieron largo rato observando el espacio y discutiendo sobre cuan sería el lugar apropiado,- hay que ver con la cantidad de espacio que había y lo difícil que resultaba que se pusieran de acuerdo-, entre tanto ya se había congregado un buen numero de personas en trono al lugar, lo que inevitablemente daba pie a más interpretaciones y opiniones sobre el tema.
Al fin se decidieron,  apoyaron  mis raíces en el suelo y me elevaron hasta dejarme en posición vertical; ya añoraba yo esa postura, me había pasado las últimas semanas tumbado , girándome hoy hacia un lado y mañana hacia otro, pero siempre tumbado. La vista que me proporcionaba aquella situación no era otra que piernas y zapatos de todo tipo y hechura en movimiento, corriendo , paseando, o bien parados ante mi, y una franja de cielo que se colaba por entre los barrotes de la verja. Aquello era todo.Ahora en esa nueva postura podía ver muchas más cosas, el paseo a lo largo con el ir y venir de la gente, la playa a mis pies, el cielo siempre presente, a mis espaldas una linea de villas a cual más bella y una brisa que se dejaba sentir en mi cuerpo en todo momento. En definitiva,no era un mal lugar para pasar una temporadita.







                             Así quedé definitivamentea la espera de mi regreso.










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