lunes, 16 de noviembre de 2015

Camino de Talayuela

Los kilómetros se sucedían uno tras otro de forma incansable. Había salido de Rodalquilar tras pasar un par de días con Nico en la playa,  es la parte positiva de la historia, un recuperado- Grande Nico, un orgullo; necestaría otro ejercicio de escritura para contar mi preciosa historia con él- necesitaba huir del pueblo, me estaba asfixiando, la idea de perder a mis hijos me atormentaba constantemente, y permanecer encajonado en la madriguera del piso esperando quizás una dudosa llamada no era precisamente la mejor de las opciones. Después pasaríamos por un pueblo de Jaén para ver a una compañera, producto del Erasmus -para él entrañable, divina juventud- mas tarde Sevilla, a ver a un antiguo compañero de internado de la Laboral de Córdoba, cuarenta años hacia que no nos mirábamos a la cara, y..... como si no hubiera pasado el tiempo; pero si, el tiempo pasó y de que manera. Fue un encuentro muy emotivo, cercano, incluso creo que hemos cambiado muy poco en esencia, nos comunicamos igual, los intereses continúan siendo parecidos, los criterios ante las diversas situaciones por las que hemos atravesado también son cercanos.... lo más jodido yo creo que fue ver el paso del tiempo en la cara del otro, tomar conciencia de que a ti te ha pasado lo mismo, que has envejecido aunque no te hayas dado ni puta cuenta, pero eso es otra historia



 



Entraba en la recta final, Talayuela, ese objetivo marcado al principio del viaje se me hacia más y más cercano, no dejaba de pensar en ello, por fin , tras un mes y ocho días volvería a ver a mi preciosa hija; los kilómetros pasaban,y en mi mente solo un pensamiento daba vueltas y más vuelta, Arag, y porqué aquella situación tan estúpida. Qué había pasado para que no pudiera verla, me sentía absolutamente desprotegido, sin poder recurrir ni a la policía , jueces, o alguien que pudiera echarte una mano,en estas situaciones nadie quiere meter las narices,nadie quiere pronunciarse, escondemos la cabeza bajo el ala y no queremos ver nada,  probablemente si fuera al revés, yo me encontraría esposado y detenido por secuestro o algo similar.  Está claro que hoy en día tener conflictos con una mujer en relación con los hijos,es peligroso para un padre  normal que ame a sus hijos - que los hay y muchos - , quizás haya muchas mujeres que se aprovechan de la situación de abuso que sufren, para apoderarse injustamente de ellos
 Tras las paradas obligatorias, iba dejando un reguero de instalaciones sobre los descuidados pavimentos de algunas ciudades, "Paisajes de ciudad" era el título de esos montajes rebeldes que denunciaban la suciedad que producían los chicles tirados y pisados en el suelo, - siempre me acompañan en la furgoneta una cajita repleta de los elementos que configuran esta instalación, las varillas con las pellas de arcilla de colores, el tubo de pegamento para fijarlas y los cartelitos explicativos- .La carretera, contundente, despiadadamente interminable con sus películas paisagísticas laterales igual de interminables se habría paso ante mi .
Dejé a Nico con su amiga, preparándose para ir a un macro festival de esos a los que hoy en día son casi adictos los jóvenes. Su compañía me había resultado no solo grata, me atrevería a decir que determinante, después de muchos años habíamos pasado unos días solos y su afecto y cariño resultaron para mi un aluvión de emociones positivas, sentí que se me devolvía con creces lo que un día hice: dedicarme en cuerpo y alma a él durante los años que pude.







Ya me encontraba solo en el camino, el calor de agosto se colaba por la ventanilla de la furgo haciendome dudar continuamente sobre si poner o no el maldito aire acondicionado, odio ese sistema que te acaba dejando frío y el ambiente muy reseco; la contractura de la espalda para rematar, me dolía jodidamente, continuamente subía el brazo derecho y lo estiraba todo lo posible hacia atrás sujetándolo contra el reposacabezas de mi asiento con el fin de paliar de alguna manera el agudo dolor que me llevaba acompañando durante todo el viaje. Mi cabeza no paraba, recordaba y repasaba cada momento de la última parte de mi vida, esa parte que de forma obstinada me regalaba día a día los peores momentos que se puedan vivir, mil preguntas sin respuesta, mil preguntas con respuesta, una a una se me agolpaban para tratar de darme una explicación de como había sucedido todo, de cual era la causa de que me viera en esa situación, pero de cuando en cuando, se aparecía la imagen sonriente de una niña que me insuflaba el aliento necesario para continuar el camino. Estaba de campamento, era un campamento muy deseado por ella, ya había estado el año anterior y salio con la firme idea de volver, allí realizaba una de sus actividades preferidas, "El circo", un campamento temático  que colmaba sus aspiraciones tras pasar todo el año en una actividad en el pueblo dedicada a ese fin.
No iba mal de tiempo,Talayuela ya estaba a tiro de piedra, y el festival de mi hija  daba comienzo a las diez de la noche; algo me condujo a realizar la última parada  en Trujillo. Trujillo, Trujillo, resonaba en mis pensamientos en un eco lejano. Hacía muchos años que no pasaba por allí, tantos, que apenas recordaba o no quería recordar lo bella que es esa pequeña ciudad. Medio día, calor extremeño, sol pesado y pensamientos no menos pesados, pero algo me hizo parar allí. Camine por sus callejuelas buscando esa sombra necesaria y quizás la búsqueda de algún recorrido que me diera una pista, pero no lo hallé, al final acabe en la plaza bajo la estatua de Pizarro y su caballo, lo que si hallé a su pies fueron los restos de numerosos chicles que acompañaban en un recorrido circular entorno a la emblemática pieza. Otra instalación más, no iba a desperdiciar esa ocasión y como hacia tantísimo calor no tendría problemas de aglomeración de curiosos y por tanto de policías que pudieran enturbiar mis planes.


Tras la pegada de chicles me refugie en uno de los soportales de la plaza que curiosamente a pesar de encontrarse en la sombra estaba completamente vacío. todos los turistas se agolpaban en torno a las terrazas de los bares devorando los menús veraniegos que se ofrecían en los bares bajo unos toldos protectores. Trujillo, seguía rebotandome en la cabeza, de pronto algo conmocionó mis pensamientos, un simple nido de cigüeña situado en una de las torres de la iglesia, un nido, mejor dicho varios nidos encaramados a ellas, vacíos, extrañamente vacíos, aunque mi imaginación se encargara de animarlos .
 Cigüeñas, hostal u hotel las Cigüeñas, allí comenzó todo, toda una pesadilla que había transcurrido durante muchos años, dieciséis; un sudor frío recorrió mi frente, algo me había acercado a aquel lugar, mi hija y como si de una película se tratase, las imágenes iban y venían recordándome tantos y tantos momentos que por un instante perdí la conciencia.
Nada mas reponerme del lapsus, me levante y de forma algo acelerada, como si llegara tarde a una cita encaré las callejuelas en busca de ese hotel. obviamente deambulaba sin dirección alguna, pues hacia demasiado tiempo y no reconocía ningún indicio que pudiera alertarme de su situación. Pronto pregunte a un paisano si existía en la localidad un hotel u hostal llamado así, tras confirmármelo, le pedí, -casi diría, le suplique- que me indicara su dirección y presto marche en su busca.

Llegué pronto a Talayuela, sobre las seis más o menos, todavía quedaba mucho tiempo por delante hasta que diera comienzo la actuación. me encontraba nervioso, deseoso de volver a verla, pero la impaciencia no haría que el tiempo transcurriera con mayor celeridad, así que opte por meterme en la piscina, esta se encontraba practicamente a las puertas del campamento y seguramente allí acabaría por encontrarme con los demás padres que también acudirían desde el pueblo para ver a sus niños.
El agua parecía un caldo, no era siquiera templada, sino caliente, aun así, resultaba agradable nadar en ella. los chavales no paraban de saltar y jugar era el lugar idóneo para que los habitantes de Talayuela mitigaran un poco el calor sofocante del verano, en las praderas hacían corro las madres charlando animadamente sobre las rutinas del lugar , siempre con un ojo mas que vigilante hacia los más pequeños.
Cuando cerró la piscina, a eso de las ocho,me senté placidamente a tomar una cerveza en la terraza del bar que se encontraba en la entrada, en seguida vinieron a mi cabeza  imágenes del año anterior,con Anele y algún que otro padre, esperando lo mismo, el comienzo del festival y pasaron por mi mente muchos recuerdo del mismo y la alegría de ver a mi hija haciendo algo que la entusiasmaba, sus nervios, sus idas y venidas de un lado para otro queriéndonos mostrar a sus nuevos amigos, o haciéndose la interesante y la independiente delante de sus conocidos. De esa nube bajé cuando vi llegar a la primera madre, charlamos un rato y poco a poco fueron llegando el resto, entre ellos Ánele, un poco tarde, como de costumbre. Aquello parecía un sucursal de Bustarviejo, nuestro pueblo,si el año anterior eramos cinco, este año se había triplicado o cuadruplicado, no eche cuentas, pero aquello parecía un circo, la antesala de lo que nos iba a esperar.
la situación no era agradable para mi, encontrarme con Ánele no era para mi nada deseable, el hecho de que no me hubiera permitido ver a mi hija me corroía las tripas, pero.... ante todo dignidad, dignidad, educación y respeto.
Enseguida nos encaminamos hacia el recinto del campamento, me asaltaba la duda sobre la reacción de Arag, pues no sabía si ella se esperaba mi visita, y si podría generarle algún conflicto, eso lo descubriría al final , puesto que no podíamos verlos hasta que no concluyera el espectáculo.  Nos acomodamos en las gradas de la pequeña carpa, Ánele y yo nos dispusimos en distintos lugares como no podía ser de otra forma y tras breves momentos,la pista se ilumino y allí, en el centro,en el lugar que siempre quiere ella ocupar, apareció mi hija y no, no pude evitar llorar de felicidad al verla.
Al terminar todos los niños y niñas acudieron a ver a sus padres, en ese momento noté que la pobre Arag se encontraba dividida, ¿a quien dirigirse?. la situación se diluyo por la muchedumbre de padres madres e hijos. dos besos y poco más , sin duda prefirió eludir la situación y marcharse con sus amigos, pero a mi .... me bastó su pequeño beso.
Aquella situación me dio que pensar Al día siguiente había que recoger a los niños, y tenia dos opciones, presentarme en el campamento y luchar porque la niña viniera conmigo, algo lógico puesto que su madre se había encargado de llevarla y además me correspondía por turno o dejar pasar la situación , no presentarme y así evitar el posible conflicto de Arag teniendo que optar por uno u otro.
Claramente decidí por mi hija y me marché, con dolor pero contento por la decisión. me reconfortaba a mi mismo recordando su actuación, viendo sus fotos y pensando que la vería cuando llegase a casa. Pobre ingenuo.